jueves, 1 de septiembre de 2016

Vagonología  

Joshua Greene, psicólogo de la Universidad de Harvard, pasó los últimos años observando cómo descifraban los psicópatas los dilemas morales, cómo respondían sus cerebros dentro de las diferentes cámaras de descompresión éticas. Dio con algo interesante. Lejos de ser uniforme, la empatía es esquizofrénica. Hay dos variedades distintas: caliente y fría. Consideremos, por ejemplo, el siguiente acertijo 
(caso 1), propuesto en primer lugar por la filósofa Philippa 
 Un vagón de ferrocarril corre por unas vías. En su camino se encuentran cinco personas atrapadas, que no pueden escapar. Afortunadamente, usted puede darle a un interruptor que desviará el vagón a una vía muerta, apartando así el vagón de las cinco personas... pero con un precio. Hay otra persona atrapada también en ese desvío, y el vagón matará a esa persona. ¿Debería usted darle al interruptor? La mayoría de nosotros experimenta pocas dificultades a la hora de decidir qué hacer en esa situación. Aunque la perspectiva de darle al interruptor no es agradable, la opción utilitaria (matar solo a una persona en lugar de cinco) representa «la opción menos mala». ¿No? Ahora consideremos la siguiente variante 
(caso 2), propuesta por la filósofa Judith Jarvis Thomson: 
Como antes, un vagón de ferrocarril va descontrolado por una vía hacia cinco personas. Pero esta vez, usted se encuentra de pie detrás de un desconocido muy corpulento en una pasarela peatonal por encima de las vías. La única forma de salvar a las cinco personas es arrojar al desconocido a las vías. Éste morirá al caer, desde luego. Pero su corpulencia considerable bloqueará el vagón, salvando así cinco vidas. ¿Debería usted empujarle? Aquí podríamos decir que nos encontramos ante un dilema «real». Aunque el recuento de vidas es exactamente el mismo que en el primer ejemplo (cinco a una), jugar de esta manera nos pone un poco más cautos y nerviosos. ¿Por qué? Joshua Greene cree que tiene la respuesta. Lo que pasa es que afecta a regiones distintas del cerebro. El caso 1, afirma, es lo que podríamos llamar un dilema moral «impersonal». Se aloja en esas zonas del cerebro, el córtex prefrontal y el córtex parietal posterior (en particular el córtex paracingulado anterior, el polo temporal y el surco temporal superior), principalmente implicados en nuestra experiencia objetiva de la empatía «fría»: el razonamiento y el pensamiento racional. El caso 2, por otra parte, es lo que podríamos llamar un dilema moral «personal», y llama a la puerta del centro de emociones del cerebro, conocido como amígdala: el circuito de la empatía «caliente». Como la mayoría de los miembros normales de la población, los psicópatas no tienen demasiado problema a la hora de resolver el dilema presentado en el caso 1. Dan al interruptor y el tren se desvía, matando a una sola persona en lugar de matar a cinco. Sin embargo (y aquí es donde la cosa se pone interesante), a diferencia de la gente normal tampoco tendrían demasiados problemas en el caso 2. Los psicópatas se quedarían muy tranquilos empujando al tipo gordo a las vías sin pestañear, si no queda más remedio. Pag.35,36,37 


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